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junto a Elisa Strada, Valeria Vilar y Zoe Di Rienzo en Miranda Bosch. Abril-Mayo 2019. Texto de Florencia Qualina.

Itaca

Mientras Ulises navegaba; Penélope, en Itaca confinada y acechada, urdió su resistencia: tejer y destejer el mismo manto. La astucia de Ulises es proverbial, compuesta de agilidad y dinamismo; su contracara es la inteligencia de Penélope, forjada en la paciencia y la templanza. Peripecias semejantes solo pueden ser animadas por inquebrantables deseos; para él, retornar; para ella, la espera. El tratado sobre la territorialidad de las pasiones que se ordena en La Odisea traza un mapa sobre rasgos masculinos y femeninos que R. Barthes continúa abordando en Fragmentos de un discurso amoroso: “Históricamente, el discurso de la ausencia lo pronuncia la Mujer: la Mujer es sedentaria, el Hombre es cazador, viajero; la Mujer es fiel (espera), el Hombre es rondador (navega, rúa). Es la Mujer quien da forma a la ausencia, quien elabora su ficción, puesto que tiene el tiempo para ello; teje y canta; las Hilanderas, los Cantos de tejedoras dicen a la vez la inmovilidad (por el ronroneo del Torno al hilar) y la ausencia (a lo lejos, ritmos de viaje, marejadas, cabalgatas). Se sigue de ello que en todo hombre que dice la ausencia del otro, lo femenino se declara: este hombre que espera y que sufre, está milagrosamente feminizado (…) el porvenir pertenecerá a los sujetos en quienes existe lo femenino”.

El espacio doméstico está teñido de ambivalencia, cierto aspecto se impregna del tedio y la ausencia padecida por Penélope. El poema-performance de Faith Wilding lo asimila como tiempo, en una infinita letanía:
Waiting for someone to come in,
waiting for someone to hold me,
waiting to be a beautiful,
waiting for him to notice me, to call me,
waiting
waiting for him to ask me out,
waiting for my great love...
waiting,
waiting...
Otra cara de una casa, es su carácter de enclave, fortaleza; el fuego al cuidado de las Vestales. Las artistas de La cuarta encendida, Zoe Di Rienzo, Ana Clara Soler, Elisa Strada y Valeria Vilar, elaboran a conciencia la arquitectura doméstica como espacio femenino revitalizado, paciente y desmesurado; cargado de historia y en necesidad de ser inventado otra vez. Las vías que articulan son simultaneas: la exhibición, a través de sus obras, abraza con orgullo “lo menor”, riéndose de la nomenclatura peyorativa en la que cayeron por mucho tiempo las artesanías, bordado, diseño, decoración y un género como la naturaleza muerta. Al mismo tiempo, el espacio será un lugar de encuentro y circulación de diversos saberes y experiencias, formas colaborativas que aspiran a que podamos pensar, hablar, acompañarnos, pasar el rato. Mitad aquelare, mitad sindicato.

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